miércoles, 30 de mayo de 2012

SOS Barrio de la Mina

SOS Barrio de la Mina- Sant Adrià de Besòs, Barcelona


¿De verdad pensabais que aquellos llantos
no pasarían del prado aquel
donde sólo tiene derecho a morar la tristeza?

¿Pensabais que aceptamos este futuro fractal
donde sólo reina un monstruo homogéneo?

¿Pensabais que en estos tiempos
y tras sangrienta batalla
al final, lograsteis eclipsar a la venganza?

Aunque lenta se amasa la respuesta
la cantidad acelera su marcha
porque el número impone
un ojo gigante 
a la catástrofe

Porque en estos tiempos
donde se vuelve imposible
ignorar
todavía persisten
las letales lanzas
de nuestras palabras.



Esto que escribo tendría que haberse escrito hace tres años, cuando la problemática entre dos choques culturales como es el de la comunidad gitana y la paya era algo alarmático, y sobre todo, cuando trabajé en el terreno y viví el conflicto que ahora expondré en carne propia.  Aclaro que opté por el término comunidad como sustitutivo de etnia, o pueblo por ser estos conceptos borrosos que se prestan a amplios y controvertidos debates en la actualidad.  No sería descabellado afirmar por otro lado que en estos tiempos de crisis, el conflicto, de orden cultural pero que afecta a diversas esferas, se haya acentuado.

Es dura tarea la de aplicar la antropología cuando una no ha sido contratada para ello, y esto es una desventaja que sólo se conoce cuando se ha pasado por lo mismo.  Todo depende de qué disciplina o acercamiento se ofrece como sustituto, y por supuesto, (siendo esto lo más importante), el soporte profesional y sobre todo humano, que sostenga el trabajo a realizar.
Cuando a estos ingredientes se suma un universo sobre el que intervenir, apenas explorado como lo es la minoría étnica más importante de Europa, a decir de Joan M. Oleaque, la dificultad del cometido se acera.

El barrio de la Mina ha sido y continúa siendo objeto de profundos y distorsionadores cambios de esta minoría, la gitana, que sólo a nivel cuantitativo se trata de una mayoría en la zona.  El proceso de urbanización vertical al que está siendo sometido el barrio desde hace ya varias décadas, va acompañado de otros cambios que tienen que ver con estructuras que apuntalan, debido a la imposición con que se diseñan dichos cambios, a una sustitución de dicha comunidad, por la predominante (paya).

A menudo los proyectos de intervención educativa y social fracasan, no porque las intenciones sean desacertadas, sino por negar en el mismo proceso de intervención, que se trabaja con personas activas, nunca pasivas, y esto es lo que está pasando en buena parte de los proyectos aplicados en La Mina que tienen que ver específicamente con el ámbito laboral.  Cuando el grupo en cuestión continúa estando marcado por las características que se aplican  a una cultura de subsistencia tal y como lo entiende Mikel Arriaga como es la gitana, se polariza la problemática hasta un punto que se vuelve imprescindible una mediación entre dos lenguajes que de lo contrario jamás llegarán a entenderse mutuamente.

Cuando, además, la opresión de un grupo sobre el otro, no sólo es legitimada, sino perpetuada a través del tiempo, la única arma a la que se aferra el grupo oprimido es la resistencia frente a la imposición por la fuerza, tal y como establece Goytisolo citado a su vez y nuevamente por Arriaga.

Podría extenderme durante horas y mostrar mediante diarias anécdotas de trabajo, cómo la imposición efectivamente nunca funciona cuando el grupo receptor es consciente de que el ejercicio de esta imposición está disfrazado de demagogia, pero no es el cometido que se persigue ahora.  No obstante, considero muy oportuno esbozar sólo algunos fragmentos de conversaciones que evidencian más que una fuerte resistencia, un sentimiento que raya con el odio, y que es producto de una intervención que no va acompañada de un trabajo de comprensión profunda de todas las partes, o lo que es lo mismo, antropológico.

 Ejemplo de ello son los diálogos que durante todo ese año del 2009 mantuve con diversas usuarias gitanas del servicio de información y orientación laboral donde fui contratada como técnica de inserción de empleo en su momento.  Cabe explicar que este servicio era ofrecido por una Empresa contratada por el Ayuntamiento de Besòs y que en este macro proyecto que comenzó hace varios años, formaban parte diversas Asociaciones además de las Empresas que tenían como cometido intervenir de alguna manera en la realidad gitana con la intención de facilitar una integración de la misma a la sociedad imperante.
 El fenómeno actual característico de nuestras sociedades contemporáneas de ramificación de servicios desde una matriz desbordada de funciones, termina afectando finalmente a los colectivos que se pretende ayudar, por ello es prioritario que la profesionalización de los recursos humanos de dichas Empresas, esté inmersa en la problemática a trabajar, y lo que es básico, disfrute al máximo del trabajo con la gente,  y que además si se trata de una comunidad tan diferente como es la gitana, tenga una sensibilidad antropológica y de género bastante más que suficiente.  El haber estado en el campo durante ese tiempo pienso que me otorga credibilidad suficiente para  afirmar que esto en la Mina desgraciadamente no sucede.

Por otra parte es fundamental remarcar que la crítica que aquí expongo hacia la Empresa para la cual trabajaba, no se extiende a otros proyectos los cuales pese a las limitaciones del medio, obtenían muy buenos resultados.  Hago un paréntesis para felicitar la labor del servicio a mujeres llevado a cabo por el interesante colectivo Itinerari de dones, gran rescatador de la memoria expoliada en la comunidad, donde la mediación realizada contaba con una profesional gitana, así como a las entidades que trabajaban con juventudes, cuyo apoyo tanto económico como moral brindado a nuevos grupos de flamenco como es el caso del Soniquete de la Mina, fue crucial.
También aprovecho para felicitar al equipo que sacó adelante el proyecto de difusión visual Porrajmos, el genocidi del poble gitano, fruto de la labor de la Federació d'Associacions gitanes de Catalunya, con la ayuda de Fagic y Staffmedia y Helena Beumer en fotografía y subvencionado por Memorial Democràtic y Generalitat de Catalunya.  Hechas estas aclaraciones básicas, paso a exponer estos ejemplos a los que antes hice mención, los cuales serían entonces algunos fragmentos de conversación con usuarias que conservo grabados al fuego en la memoria que evidenciaban que el proyecto de inserción laboral tal y como se estaba aplicando no estaba siendo precisamente un éxito.

Debe aclararse que de las escasas oportunidades laborales que en aquel año fueron pensadas para la comunidad, el servicio de recolección de basura era el más solicitado, por más que el sueldo mensual no era precisamente cuantioso.  Pero la actitud más que hacia el trabajo, (lo cual desmonta por otra parte el dañino tópico de que "a los gitanos no les gusta trabajar") hacia este trabajo en particular era significativamente negativa.  Es así que en una ocasión, una usuaria del Servicio de Información manifestó lo siguiente:

-Así que queréis que trabajemos recogiendo la basura...pues por eso ensuciamos, para que haya trabajo...

Mediante esta actitud rotundamente política ante la falta de posibilidades de un trabajo gratificante y la mala remuneración, esta mujer expone en una única frase la inadecuada imposición de un proyecto de inserción laboral que en lugar de fusionar desintegra, y en lugar de ayudar perjudica pues no son escuchadas en absoluto las voces de estas personas-sujetos que si pudieran elegir elegirían otras ocupaciones, y esto no es idea mía, sino de otra de estas mujeres que si destacan por algo es por no quedarse calladas:

-Oye, que yo quiero seguir en la venta, lo que no quiero es que venga la policía una y otra vez, me desarme el género y me meta unas multas que nunca podré pagar...

Aquí entramos directamente en el fango, pues en tiempos de crisis, ¿cómo se les puede otorgar permisos a esta gente si los mismos locales regularizados cierran uno detrás del otro?  No obstante, y si tuvieran que elegir, se seguirían dedicando a lo que han hecho durante generaciones: el comercio, que no sólo les permite una total autonomía sobre su trabajo sino que con los permisos correspondientes, les otorgaría mayores ingresos.  Esto sin contar lo gratificante que sería un espectro de posibilidades de empleo que tenga que ver de alguna u otra manera con lo educativo, dado el grado creciente de alfabetización en la comunidad.  A esto se añade que la carga simbólica, debido al historial de genocidio que implica para la comunidad gitana el hecho de estar totalmente supeditada a superiores payos es enorme, y que por ello debería trabajarse por otro lado una movilidad étnica mayor en cuanto a puestos y coordinación de trabajos se refiere, lo cual en la actualidad es inexistente.

Por último ejemplificaré con otra aportación de estas mujeres en qué medida la lacra del racismo continúa afectando el estado deseable de igualdad social y en todos los ámbitos.

-Yo puse todas las ganas, llamé a ese trabajo de limpieza que me dijeron aquí, claro, cuando llamé por teléfono, muy bien, muy bien, venga....y cuando llego, yo con toda la ilusión...y me vieron "gitana", pues, na, que para casa otra vez...

Ignoro cómo es la situación interventiva ahora en la Mina, pero este era el panorama en el año 2009, año en el que repito, allí trabajé.  Mucho temo que con el fantasma de la crisis todo haya empeorado.  Esta no era mi primera experiencia con la comunidad, ya había trabajado con infancia gitana del Barrio del Bon Pastor de Sant Andreu, también en Barcelona, en el 2002, antes del demoledor plan urbanístico que acabó con lo poco que queda en las ciudades de conglomerados horizontales, básicos en un colectivo que hasta hace no tanto era prácticamente nómada.  Fue muy duro, pues lo que exigía la mayoría era una remodelación de sus alegres y coloridas casitas más que una sustitución radical por los siniestros bloques baratos.  Para más información, véase esta entrevista al antropólogo y a la activista Stefano Portelli y Sandra Capdevila.

En cuanto a la Mina, sólo espero, que cuando a este Servicio de cuyo nombre no quiero acordarme, venga cualquier persona, se la atienda con el tiempo y respeto que se merece, que no deben ser máximo quince minutos como se me exigía,  que en el caso de ser subsahariana esta persona y desconozca el catalán o el castellano, y hayan profesionales en el Servicio que tengan la suerte de hablar inglés o francés como era el caso, no se les impida desde el mismo staff supuestamente profesional hacer uso de estas lenguas para lo más esencial: ayudar a estas personas, y que principalmente se invierta menos tiempo en llenar y colorear tableros del Excel que en trabajar en lo más importante: el trabajo por y para la gente.



                     Dedicado al matrimonio Josefa y Antonio de la Mina si en una de esas,
                                 algún improbable día leen esta página...


  • La realización de este artículo nunca hubiera sido posible sin la lectura del número 37 de la excelente revista trimestral de investigación gitana itchatchipen: lil ada trin tchona rodipen romani correspondiente al año 2002 con sede en Barcelona, donde se pueden encontrar los artículos de los  autores que cito.








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