miércoles, 13 de abril de 2016

La niña, el chocolate, el huevo duro

 
Empezó a llamarme con insistencia para que sirviera la sopa.  Le contesté que me llamaban de Buenos Aires, no de la esquina.  Ella siguió insistiendo con la sopa.  Me puse caliente como leche de chiva: dejé a mi amigo con la palabra en la boca y le colgué, fui a la cocina y -diciendo para mí "si querés sopa, tendrás tu sopa"- llené la sopera. Volví al comedor y le pregunté: "¿Usted quería sopa, señora?" y se la tiré en medio de la mesa, además de decirle que me hiciera mi cuenta porque me iba.
 


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